Leal no solo de apellido

Ana Claudia López Ferro

Hay hombres que nacen para guiar proezas, para impulsar imposibles, para lograr las tareas más difíciles e insólitas. Hay hombres que burlan el tiempo y hombres que crean y guardan historia. Hay hombres de muchas épocas. Y luego está Leal, que vivió entre todas.

Cada edificio de La Habana, cada palacio y casona, toda ruina y toda plaza recuerda y venera la labor del eterno amante de la Ciudad Maravilla.

Las piedras extrañan sus pasos incansables y las calles esperan el devenir de sus zapatos gastados por los recorridos diarios. El castillo de Atarés necesita a su huésped más antiguo, porque como dijese Leal, en su otra vida, siglos atrás, ya custodiaba los pasadizos de la fortaleza.

Eusebio es el paradigma de la conservación en Cuba, despertó y dio la alerta para atraer a otros a la difícil tarea de preservar el patrimonio. Encontró tesoros en nuestras ruinas, hizo de la tradición nuestro sello.

A casi 80 años de su natalicio recordamos al hombre que luchó por una ciudad viva, por los valores no solo museísticos de La Habana y otros territorios del país, como Camagüey, Santiago o Trinidad sino también por el valor humano que en Cuba se le otorga al patrimonio. Un patrimonio conservado y habitado, lugares de provecho ricos en arquitectura e historia.

Su arte mayor fue la contemplación de la belleza, y su deseo de pertenecer de entre todos los hombres al bando de los que aman y fundan, de los que cuidan y hacen, fiel a sus principios, al pasado, a la cultura, a su Cuba y a la Habana.

Hay mucho que decir de Eusebio, y mucho se ha escrito ya. Confiamos en sus palabras cuando dijo que seguramente cuidaría desde lejos la ciudad que tanto amó, que desde otro mundo deambularía por sus calles.

Nosotros seguimos leales a Leal, y con él a la historia, a su pasión, al patrimonio, y a la ciudad.

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