El patrimonio costero trinitario

Ángel Raúl rodríguez Valdés
Mileidy Febles Jiménez
Esteban Acosta Rodríguez
De igual manera que la ciudad de Trinidad y el Valle de los Ingenios guardan sitios patrimoniales de inigualable valor cultural, las costas trinitarias también atesoran lugares con rasgos de unicidad que permiten valorarlos como sitios patrimoniales.
De esa idea ha partido la investigación del patrimonio costero del municipio por el Centro de Servicios Ambientales del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de Sancti Spíritus como parte de varios estudios generados por el Plan de Manejo Integrado Costero de la península de Ancón.
Por esa razón se evaluaron los lugares de interés a lo largo de los 62 km de costas trinitarias, mediante un estudio que abarcó el inventario del patrimonio natural (geológico) del litoral, el arqueológico, el edificado y el subacuático.
Los estudios de este tipo han tenido un avance muy importante en muchas naciones. «Coastal Heritage Management», como se le llama, tiene una larga tradición en Norteamérica, Australia, España, Inglaterra y Nueva Zelanda, donde se han creado metodologías de trabajo muy útiles para establecer el manejo y uso de los distintos recursos patrimoniales.
En el caso del patrimonio natural se trabajó con las planillas de estudio de Lugares de Interés Geológico (LIG), que se confeccionaron teniendo en cuenta las experiencias del Instituto Geológico de España y la metodología cuanti-cualitativa presentada en la II Convención de la Tierra por Roberto Gutiérrez Domech en el año 2007.
Se valoraron 14 lugares de interés. De ellos, tres resultaron de primer nivel: dos pertenecen al ámbito geo-hidrológico, los deltas del Agabama y del Higuanojo. El primero es el segundo de importancia en Cuba entre los sistemas deltaicos y el único en forma de «pata de gallina». El tercero se localiza en el tramo costero entre el río Guaurabo y la punta de María Aguilar y se trata de grandes bloques pétreos que festonean el litoral, a los que se ha nombrado «huracanolitos» en la literatura geográfica cubana. Son el resultado del oleaje extremo producido por eventos de alta energía (tsunamis, ciclones y grandes marejadas) que los llevó en algunos casos a más de 50 m. hacia el interior de la costa. Con grandes diferencias volumétricas, llegan a tener hasta 25 m3 de volumen y unas 65 toneladas de peso y más.
Su distribución en Cuba es muy restringida: los Horcones de Pinar del Río, caleta Guanal en la Isla de la Juventud, Cayo Piedra al sur de Camagüey y Guamá en Santiago de Cuba. Esta escasa representatividad los hace poseedores de una alta unicidad y rareza.
Con respecto al patrimonio arqueológico se aprecian los sitios río Cañas y Guanayara, que trabajaron Alfredo Rankin y el grupo Guamuhaya. La mayoría de las piezas se encuentran en el Museo de Arqueología de Trinidad y se recomiendan dichos enclaves como salas interactivas al aire libre.
De finales del siglo XVIII a 1860 se destacan dos áreas defensivas: las baterías de La Boca del río Guaurabo y San Pedro de la punta de Ancón, ambas proyectadas por el ingeniero militar Manuel Pastor.
En el caso de la del Guaurabo, originalmente con un ángulo saliente al mar y tres puntas de estrella al interior, solamente queda la casa cuartel convertida en vivienda. Hay que destacar que este lugar es la fortificación militar más antigua que se conserva del sistema defensivo de Trinidad y fue la segunda en forma estrellada que tuvo la Isla.
La batería de San Pedro —de la cual actualmente solo quedan los cañones, restos de algunas paredes, horcones y otras evidencias materiales menores— puede ser reconstruida gracias a los planos y descripciones documentales que se conservan.
Este tipo de edificación se caracteriza por sus frentes curvos o semicirculares, con parapetos a barbeta, que fue la opción más factible para que la defensa se realizara en un espacio extenso de la periferia marítima sin grandes problemas financieros. Como señala Ramos: «La batería alcanzó en América su máxima expresión constructiva, técnica y artística como en ningún lugar del mundo».[1]
Preservar la batería del Guaurabo de intervenciones que le hagan perder más su autenticidad y tratar de reconstruir la de la punta de Ancón debe ser prioridad para el rescate de este patrimonio. Dentro del contexto de edificaciones militares del Caribe ambas representan el momento en que ocurre un cambio en la tipología de las fortificaciones de las soluciones abaluartadas a las baterías; son un testimonio de la indudable capacidad de selección de emplazamientos estratégicos unida a diseños que respondieron a los requerimientos de los nuevos escenarios bélicos.
Correspondiente al período de 1930 a 1960 se propone jerarquizar el puente sobre el río Cañas en la carretera Trinidad-Cienfuegos mediante alguna forma de las figuras vigentes de conservación patrimonial, sobre todo si se tiene en cuenta que como arquitectura paisajística su diseño se adecua perfectamente al contexto donde está ubicado.
El ingeniero Luis Sáez Duplace, profesor de la Universidad de La Habana, proyectó esta obra, que se construyó en 1953 con una longitud de 106 m. de largo. En la revista de la Sociedad Cubana de Ingenieros se expuso:
«(…) siendo nuestro privilegio tener el primer puente en el mundo proyectado, calculado y construido como una columna horizontal con momentos compensados respecto a la carga permanente en toda su luz central, el primero del mundo en tamaño en que se utiliza el sistema preforzado por medio (…)».[2]
Correspondiente al lapso 1960-1979 se proponen evaluar otras edificaciones, en este caso vinculadas a la industria del ocio o turismo: las taquillas de la playa Ancón y el hotel Costa Sur en el litoral María Aguilar.
La primera obra, fabricada a resultas de la visita del Comandante Fidel Castro a esta playa en el año 1965, no solo es importante por su valor simbólico, sino porque es parte del conjunto de edificaciones realizadas por gestión del Departamento de Playas para el Pueblo del Instituto Nacional de la Industria Turística (INIT), que contó con proyectos de los mejores arquitectos de su momento, algunos construidos como Ancón y Bacuranao, y otros en plan como La Rotilla y la audaz propuesta de la cueva La Jijira.
También se sugiere conservar el hotel Costa Sur por ser el primero levantado por la Revolución en la zona turística trinitaria, que comenzó a funcionar en 1975. Por otra parte, además de su valor histórico, es una muestra representativa de un estilo constructivo.
En cuanto al patrimonio subacuático, se reconoce que la geomorfología de los fondos marinos del municipio presenta una elevada heterogeneidad: camellones, cavernas y caídas abruptas. Es significativo por otra parte que las formaciones coralinas de Trinidad reportan un alto índice de cobertura de coral vivo.
En los 21° 45´ Norte y los 80° 01´ Oeste se ubican dos anclas, posiblemente de la época del almirantazgo de Castilla, que duró hasta 1705. Este sitio es uno de los más relevantes del patrimonio cultural subacuático del municipio al unirse valores históricos arqueológicos con un patrimonio escénico de alto valor estético.
El inventario del patrimonio costero de Trinidad es un instrumento útil de trabajo en el contexto de la planificación regional y la puesta en valor de los recursos patrimoniales en el desarrollo local.
Para gestionar un recurso es imprescindible identificarlo y conocerlo. Para ello el primer paso en la gestión y conservación del patrimonio costero es la identificación de los lugares de interés. En el caso del trinitario, no solamente se circunscribe a sus playas, lo complementan ecosistemas marinos y terrestres con alto grado de diversidad biológica, que unidos a la herencia geológica y al patrimonio arqueológico e histórico, constituyen un valioso capital regional.
Su puesta en uso mediante una explotación racional ayudará al conjunto turístico con una visión culta de la naturaleza y la historia a la vez, que será un capital preservado y mantenido mediante un turismo apropiado y responsable.
Bibliografía y otras fuentes
GUTIÉRREZ DOMECH, ROBERTO: Propuesta metodológica a emplear en las acciones del patrimonio geológico. Memorias II Convención Ciencias de la Tierra, La Habana, 2007. ISBN 978-959-7117-16-2.
GUTIÉRREZ, RAMÓN: Fortificaciones en Iberoamérica. Fundación Iberdrola, España, 2005.
LARA ECHEMENDÍA, TEODORO: Trinidad y el Turismo. Editorial Gente, La Habana, 1954.
RAMOS ZÚÑIGA, ANTONIO: «Las fortificaciones españolas Cuba siglos XVI-XIX», en: Argos (5): 49-64, 1993.
RIGOL, ISABEL Y A.
ROJAS: Conservación patrimonial teoría y crítica. Editorial Universidad de La Habana,
2012.
[1] Ramos Zúñiga, Antonio: Revista Atrios, pág. 54.
[2] Citado en 500 años de construcciones en Cuba, pág. 176.