Cerca del mar, del monte… y de Pedrito

Pedrito González, trovador trinitario. Foto: Archivo Casa Malibrán.

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Reproducimos esta entrevista que concediera Pedrito González a la revista Tornapunta en el año 2012 como una manera no solo de homenajear a una figura insigne de nuestra historia musical local, sino de revivir el alma de quien también fuera un ser humano excepcional que constribuyó sobremanera a nuestro patrimonio intangible.

De las tradiciones incluidas en el patrimonio intangible trinitario, sin dudas, una de las más significativas es la trova, movimiento que supo dejar huellas en la música cubana. Pedro González Lozano, apasionado defensor de la trova, desde su guitarra y junto a José Ferrer, llevó la canción trinitaria al resto de Cuba y del mundo entero, mediante uno de los proyectos más aplaudidos de la historia de la ciudad: el Dúo Escambray.

Para este señor de baja estatura pero gigantesca nobleza los genes le llegaron repletos de acordes y melodías. Madre y abuela llevaron de la mano la música y el canto; Pedro González Borges, su padre, devino trovador paradigmático para la música local y para el posterior despunte de su hijo, quien le entregó la vida a lo que ya se estaba haciendo una tradición familiar. «Mi papá presidió la peña gigante de la trova cubana aquí en Trinidad, de hecho, el patio de nuestro hogar en aquel entonces constituyó la primera Casa de la Trova. Desfilaron por allí figuras como Toti la Vernia, Ciro Rodríguez y las hermanas Martí. Me nutrí de todo aquello y a los catorce años ya estaba inmerso en el mundo de la música».

Pedrito (como lo conocen todos) me abrió las puertas de su casa y de su vida con la jovialidad característica de su persona. La entrevista transcurrió en el pequeño estudio de grabación que construyó para guardar lo mágico del momento. Al principio creí difícil desentrañarle el pensar a este hombre, pero sus palabras se hicieron cada vez más familiares, hasta el punto de convertirse en una fluida conversación. Una charla con un hombre que, fundador del Movimiento de la Nueva Trova cubana, «cree más en la guitarra y en el poeta que hay detrás de ella».

José Ferrer y usted comienzan a cantar juntos como aficionados desde 1970, ¿cómo nace de esta unión el «Dúo Escambray»?

Vimos el buen empaste de nuestras voces y decidimos unirnos en un proyecto más serio de música tradicional cubana, en especial, de trova. En un principio le pusimos «Dúo Los Sindos» en honor a Sindo Garay. Más tarde, en el servicio militar, cambiamos el nombre a propuesta de un alto oficial amigo nuestro llamado Gilberto Sotolongo, nos propuso Escambray por ser oriundos de esta zona montañosa.

Con el dúo fundé el Movimiento de la Nueva Trova, junto a Lázaro García, de Cienfuegos; Mario Crespo, de Santa Clara; Augusto Blanca, de Santiago de Cuba; René Urquijo,… en fin, muchas personas de distintas provincias que alzaron sus voces. Para nosotros este Movimiento fue una experiencia lindísima. Participamos en eventos preciosos, como los encuentros de la canción política en Camagüey y en La Habana, así como otros internacionales y nacionales. Ferrer y yo viajamos el mundo entero y recogimos muchos de los temas en nuestro primer y único disco con la Egrem, titulado Guitarra mía, con la firma Siboney de Santiago de Cuba en el año 1989.

En el camino de los artistas, históricamente, han aparecido obstáculos que sortear para alcanzar reconocimientos fuera de su espacio, ¿los enfrentó también el «dúo Escambray»?

Primero el fatalismo geográfico, la posición de Trinidad es un freno para cualquiera; de hecho, aún me pregunto cómo el «dúo Escambray» llegó a esferas nacionales e internacionales desde aquí, claro que se impuso la calidad de nuestro trabajo, siempre serio y con dignidad; además, integrar el Movimiento de la Nueva Trova fue un gran impulso para nosotros. Aunque los 27 años del dúo Escambray fueron fructíferos, pudo haber sido mejor. Por ejemplo, nuestra discografía es escasa; después de nuestro primer disco solo grabamos en emisoras de radio como la de Sancti Spíritus y la CMHW en Santa Clara. Hicimos cosas buenas, hermosas y difíciles al mismo tiempo. Recuerdo las tres estancias en Angola en plena guerra, o cuando caminamos la Sierra Maestra, para cantarles a los campesinos de zonas intrincadas, y los vimos llorar porque nunca habían escuchado algo parecido.

¿Por qué desaparece el Dúo después de tanto éxito, y cómo repercutió esto en el público cubano que los seguía?

Aclaro primero que acabó de la mejor forma. Ferrer es mi hermano, mi amigo. En ocasiones hemos cantado juntos de manera esporádica con el mismo deseo y la misma calidad de años atrás. Escambray terminó porque vivíamos en Trinidad, a causa de la llegada del turismo y la propuesta de pagarnos ocho días de trabajo y que el resto subsistiéramos con la propina. Por respeto a nuestro trabajo no aceptamos esto y se acabó el dúo. Además, mi país y mi Revolución me enseñaron a hacer la canción comprometida, nosotros teníamos un trabajo serio. Pasar de grandes escenarios a cantar en restaurantes fue un cambio muy brusco, como decimos los músicos, haciendo «comidas de sopas». Nunca fuimos «medicina» para bajar comidas, ni siquiera nos pagaban un salario. Hubiéramos querido cerrar los ojos y cantar con dignidad, aunque fuera así, con los ojos cerrados; pero no nos dejaron. Yo respeto el salario, poco o nada. Con nuestra separación, las personas que nos seguían se sintieron afligidas. Recuerdo que un buen día una muchacha me vio en Sancti Spíritus y me abrazó llorando; yo pensé que le pasaba algo serio y le pregunté: ¿Qué te pasa?, y me dijo: Pedri, ¿por qué falta el dúo?

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Con la disolución del dúo usted emprendió un camino de solista que también se vio laureado por el éxito. ¿No tuvo miedo al fracaso?

¡Por supuesto! Me costó mucho trabajo acostumbrarme a cantar sin esa estupenda segunda voz de José Ferrer y su guitarra acompañante. Lográbamos un excelente empaste de voces que, aunque parezca mentira, es más difícil lograr en dúos que en tríos. Era buscar otro repertorio, un nuevo sonido, en fin, empezar de cero; era que el público aceptara a Pedrito, pero sin el dúo Escambray. Ferrer y yo logramos un sello característico muy natural y único. Cuando alguien escucha una grabación de nosotros sabe que son Pedrito y Ferrer, dúo Escambray.

Es una dicha vivir en Trinidad, aquí gozamos de tranquilidad y respiramos un aire más puro…

Amo este pueblo, a cada una de sus piedras. Quiero a mi gente como mi gente me quiere a mí. Cuando viajo, por ejemplo, a La Habana, al segundo día me parece que llevo fuera todo un mes. Oportunidades de residir en la capital he tenido miles, e incluso fuera del país, con propuestas de trabajo, pero nunca sería capaz de quedarme en otro lugar.

¿Forma parte usted de los músicos cubanos que defienden la trova por encima de otros géneros musicales?

¡Con garras! Y más ahora cuando la ola del reguetón atenta contra nuestras tradiciones musicales. Dentro de este contexto llega la radio local como arma principal para esa lucha. Con el inicio de Radio Trinidad, y gracias a la ayuda de Nelson Beltrán, tuve la oportunidad de hacer un pequeño programa que luego, por la aceptación del público, decidimos yo pensé que le pasaba nosotros sabe que son Pedrito y Ferrer, identifica al dúo Escambray

Es una dicha vivir en Trinidad, aquí gozamos de tranquilidad y respiramos un aire más puro…

Amo este pueblo, a cada una de sus piedras. Quiero a mi gente como mi gente me quiere a mí. Cuando viajo, por ejemplo, a La Habana, al segundo día me parece que llevo fuera todo un mes. Oportunidades de residir en la capital he tenido miles, e incluso fuera del país, con propuestas de trabajo, pero nunca sería capaz de quedarme en otro lugar.

¿Forma parte usted de los músicos cubanos que defienden la trova por encima de otros géneros musicales?

¡Con garras! Y más ahora cuando la ola del reguetón atenta contra nuestras tradiciones musicales. Dentro de este contexto llega la radio local como arma principal para esa lucha.

Con el inicio de Radio Trinidad, y gracias a la ayuda de Nelson Beltrán, tuve la oportunidad de hacer un pequeño programa que luego, por la aceptación del público, decidimos ampliar.

El objetivo de mi programa era y es mantener vivas las raíces de la trova, que a veces corremos el riesgo de per- der. Por este medio tengo la oportunidad de hacerles llegar a los jóvenes la trova, tanto de Matamoros como de María Teresa. Estoy muy feliz con él, pues tiene mucha audiencia y es la trinchera que tengo para defender la trova trinitaria y la cubana.

Nuestra trova tiene un discurso musical más cadente, más suave, más romántico, más íntimo…

Efectivamente, podemos hablar de una trova trinitaria. Nuestra trova se diferencia, por ejemplo, de la de Sancti Spíritus. Yo interpreto Mujer perjura, y nunca será similar a como lo haga un espirituano. Nosotros contamos con un movimiento muy fuerte de trovadores, me vienen a la mente nombres como Rafael Saroza, autor de Guitarra mía; Catalina Berroa, una de las primeras mujeres que hizo composiciones trovadorescas como La trinitaria; Rafael Pomares; Ángel Padrón; Isabel Béquer, La Profunda; Roger y Alejandro Béquer; mi padre, que en paz descanse; una lista inmensa para relacionar. Trinidad es un pueblo donde cualquier persona sabe tocar una clave e incluso una canción. Un lugar de artistas y de gente muy sensible.

En Trinidad contamos con una casa que pudiéramos considerar símbolo de la trova, ¿cree usted que le hace un merecido homenaje al género?

Paradójicamente, la Casa de la Trova de Trinidad frena el desarrollo de esta tradición, allí acuden músicos con intenciones diferentes. Existen verdaderos trovadores, que, aunque foráneos, son hijos adoptivos del pueblo y defensores de su trova. Puedo mencionar al «dúo Cofradía»: Pachi Ruiz, su director, es un excelente músico y compositor al igual que Lía, su compañera; pero pienso que pronto habrá un cambio, pues hay deseos de lograr cosas buenas, y cuando tantos deseos se reúnen, pues todo es posible.

Un día llegó el tema Cerca del Mar y del Monte y quedó para siempre entre nosotros como un sello identitario…

Ferrer compuso esa canción con motivo de la celebración de la primera Semana de la Cultura Trinitaria, la estrenamos y todavía hoy la gente la canta. Un buen día llegó Miguel Barnet a Trinidad y le propuso al gobierno convertir la canción en el himno de la ciudad, aunque por sí sola ya lo había logrado. El tema nunca se fue. También tuvimos obras tan emblemáticas como A una trinitaria, cuya inspiradora aún vive. El dúo Escambray era romántico por excelencia, le cantábamos mucho al amor y a la ciudad; digo el Dúo, aunque Ferrer fue siempre el que tomó las riendas de la composición —excelente, además—. Después de la separación, mis canciones tomaron esa línea, te puedo citar Roberta, El último tren… en fin, Ferrer y yo somos dos enamorados de la vida.

¿Quién es Pedrito cuando no tiene la guitarra en las manos?

En casa siempre he sido el hombre de la brocha en mano, del alicate, del destornillador y del serrucho. Soy el que no espera por un carpintero o un albañil, y siempre busco resolver los problemas por mí mismo, aunque no soy muy mandadero porque no me gusta hacer colas —sonríe—.

Nunca estoy tan alejado de la guitarra, me considero un artesano por naturaleza.

¿Su futuro como trovador?

Quiero musicalizar versos sencillos de Martí y recogerlos en un disco. Pretendo continuar el rescate de la trova apoyándome en los jóvenes. Si Dios me da salud, quiero sacar a la luz a todo el que pueda, y también me gustaría mucho trabajar con niños.

¿Trova?

Mi vida.

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