Correo de Trinidad: 200 años de periodismo

Por: Lorena Lorenzo Gómez*
Durante la primera mitad del siglo XIX la ciudad de Trinidad constituía uno de los principales enclaves azucareros de Cuba. Para esta época alcanzó la cima de su desarrollo económico, lo que trajo consigo importantes transformaciones, no solo en el ámbito económico, sino también en la vida cultural. De estos años data la aparición de su primer papel periódico. Correo de Trinidad salió a la luz el 3 de septiembre de 1820 y constituye el primero de su tipo en el centro de la Isla. A sus 200 años de fundado, el rotativo constituyó una fuente de indiscutible valor histórico-patrimonial, sus páginas recogieron las memorias de cinco décadas no solo de Trinidad sino, en parte, de toda la Isla.
Francisco Marín Villafuerte en su libro Historia de Trinidad describe la implantación de la imprenta y la aparición de dicho periódico bajo el nombre de Corbeta Vigilancia que poco después pasó a llamarse Correo de Trinidad. Su fundación se le atribuye a don José Julián Castiñeyra, un ilustrado escritor tanto en prosa como en verso, como él mismo se presentó ante don Cristóbal Murtra, vizcaíno dueño de la imprenta. Ambos llegaron a un acuerdo en el que quedó Murtra como concesionario de la publicación y Castiñeyra como su director.
En sus inicios la imprenta radicaba en la calle Gloria no. 2, y luego en la del Rosario no. 41, esquina al callejón de San Luis. El periódico varió su período de circulación, aunque mayormente salió dos veces por semana —jueves y domingo— hasta los últimos años de la década de los 40. En sus páginas se publicaron escritos de interés general, noticias del acontecer fuera y dentro de la Isla, instancias del gobierno, artículos jocosos, crónicas, curiosidades, poesías, el movimiento del puerto, la cartelera del teatro, anuncios de compra y venta, anuncios de establecimientos comerciales, así como el servicio de profesionales de la salud, la educación, etc. Estos últimos constituían el principal sustento económico del periódico. Murtra vendía espacios para la promoción de los establecimientos comerciales de la ciudad, el precio dependía de la extensión del anuncio “de una a cinco líneas, dos reales fuertes; de ocho a nueve líneas, cuatro reales fuertes, y de 16 o 18, costaba un peso”.[1]
El lenguaje que caracteriza al Correo de Trinidad es oficial y conservador, sobre todo en las instancias y bandos del gobierno. El periódico no pudo cubrir los gastos que significaba tener puestos exclusivos para redactores y mucho menos para editores. Correo de Trinidad, a pesar de ser el único periódico en la ciudad en sus dos primeras décadas, solo contaba con 160 abonados para el año 1844,[2] por lo que tuvo la necesidad de evitar ciertos gastos; al impresor le correspondió desempeñar cada una de estas funciones, así queda aclarado en el número del 25 de agosto de 1844. He ahí la falta de artículos bien trabajados y algunos descuidos en los ejemplares impresos de esa época.
Entrada la década de 1840 ya eran fijas varias de las secciones del periódico. Debido al creciente desarrollo de la zona del puerto de Casilda comenzaron a llegar barcos de diversos lugares y con ellos, periódicos de todas partes de Cuba y el mundo. Esta fue una de las principales fuentes de información para el Correo de Trinidad, las reproducciones de artículos de otros periódicos aparecían en secciones como “Noticias extranjeras” e “Isla de Cuba” (Brito & León, 2014).
El Correo de Trinidad se convirtió en el órgano oficial del gobierno local, difusor de órdenes, dictámenes, estatutos y cuanto reglamento político, militar o jurídico disponía el gobierno. De ahí la sección “De oficio”, destinada a difundir leyes, reglamentos, bandos y edictos a nivel insular y local.
La sección “Isla de Cuba” reproducía informaciones y artículos de opinión de todo el territorio nacional. Con este recurso, llega a publicar selecciones de artículos de crítica y costumbres de intelectuales como Gaspar Betancourt Cisneros (El Lugareño), Nicolás Pardo Pimentel, entre otros de gran importancia para el periodismo de la época. Su ubicación en las planas del periódico dependía de la envergadura de la información.
No faltaron en el Correo de Trinidad los artículos bien sazonados. Desde sus inicios Castiñeyra se encargó de introducir el folletín para la publicación de artículos amenos y jocosos. En la década de 1840, la sección fija “Variedades” fue un espacio para la crónica y artículos de costumbres.
La sección “Poesía” despertó el interés local y motivó a los lectores del Correo de Trinidad a enviar sus composiciones al periódico atraídos por la posibilidad de sacar a luz sus creaciones, como es el caso de los jóvenes trinitarios Manuel y Fernando Hernández Echerri. La mayoría de las veces el nombre del autor quedó en el anonimato tras un seudónimo.
Marín Villafuerte asegura que en nuestro primer periódico colaboraron los más distinguidos escritores de la época. Sus páginas recogieron trabajos de Rafael María de Mendive. El poeta Gabriel de la Concepción Valdés, Plácido, publicó en 1843 durante su estancia en la ciudad varias composiciones poéticas, entre ellas, el soneto “Las Pasiones”. Años más tarde apareció en el periódico el romance “Amira”, primera producción del poeta camagüeyano Esteban de Jesús Borrero, entre otros trabajos notables.
La última plana era ocupada por un gran número de informaciones locales, anuncios de compra y venta, promociones de establecimientos comerciales, el servicio de correo, la real lotería, avisos de vacunas, cartelera del teatro, tasas de importación y exportación y el movimiento del puerto. Se publicaban anuncios de tiendas, sastrerías, peleterías, boticas, etc. En esta página se evidenciaba la cruda realidad del sistema esclavista imperante, a través de la reiterada aparición de anuncios de compra y venta de esclavos. El periódico manifestaba una postura en favor de la burguesía esclavista a la que pertenecía la mayoría del público para el que se escribía.
En el año de su bicentenario recordamos al Correo de Trinidad como pionero en el periodismo de la región central de Cuba, que se encargó de recoger las memorias de esta ciudad en los momentos de mayor esplendor. Hoy es un medio que nos permite desentrañar la realidad de aquella época y constituye un registro de la vida sociocultural, la historia trinitaria contada por sus protagonistas. Nuestro deseo es que se continúen desarrollando investigaciones, como las que hay en curso, que contribuyan a su rescate y saquen a la luz esta valiosa porción del patrimonio escrito de la ciudad.
*Licenciada en Letras, editora del Grupo Editorial de la Oficina del Conservador de Trinidad.
[1] Nota aclaratoria que aparece en cada número del Correo de Trinidad correspondiente al año 1844.
[2] (1844, agosto 25). El Correo. Correo de Trinidad, p.3.
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