Víctor Echenagusía Peña: «Soy las piedras que piso…»

Darlén Chaviano Ruiz
Tornapunta hoy se viste de gala y en vísperas de su 10º aniversario y el 20º de la Oficina del Conservador de Trinidad le concede el protagonismo de estas páginas a quien ha dedicado más de 50 años de su vida a la conservación y rehabilitación de esta ciudad: Víctor Echenagusía Peña.
Con palabras dóciles empieza a contar cómo se adentró en este mundo. Recuerda cómo sus hermanos mayores despertaron en él su vocación por las artes plásticas…
Procedo de una familia sin tradición artística —reconoce— mi padre era comerciante y tenía un tío talabartero, pero mis hermanos mayores eran muy buenos dibujantes. Recuerdo que la primera imagen que vi cuando joven de Fidel Castro fue un dibujo que hizo en la clandestinidad mi hermano, mártir de la Revolución. Y esas experiencias, inconscientemente, las vas incorporando a tu vida y te van marcando pautas, y cuando te haces un dibujante, el espacio en blanco de una hoja o un lienzo es lo que te pide que trabajes.
Todo esto conllevó a su formación como profesor de Artes Visuales, labor que se encontraba ejerciendo en la secundaria básica Carlos Echenagusía Peña hasta que esta asignatura desapareció del sistema de enseñanza alrededor de los años 70. Entonces respondió al llamado de la Dirección Municipal de Cultura para capacitarse como museólogo en el Museo Nacional de Bellas Artes.
Fue una propuesta que encontré muy interesante, pues así me vinculaba con las artes plásticas. Fui de los primeros museólogos de este país, nombrado «el grupo de los 12», número que quedó después de un proceso de decantación muy fuerte de un grupo de 300. Luego recibí un adiestramiento sobre monumentología y museología en Checoslovaquia y la antigua Unión Soviética en 1974 a pedido de la Dra. Marta Arjona, en esa época directora de Patrimonio Nacional, para especializarme más en este mundo… Soy museólogo por azar de la vida.
A su regreso trabajó en el Museo Romántico, junto a Teresita Angelbello. Allí comenzaron a hacer estudios sobre viviendas que tenían piezas valiosas en el centro histórico.
Trabajamos de una forma muy intensa. Con el tiempo pensamos incluso en un diccionario de términos de arquitectura y en medio de todo ese trabajo nos encontramos con Alicia García y nos pusimos de acuerdo para enfrentar una investigación a escala de toda la ciudad, que recorriera la arquitectura desde el siglo XVII hasta finales del XIX. Y como resultado teníamos en nuestras manos una investigación muy profunda acerca de la evolución de la vivienda trinitaria: Llegó el momento en que teníamos que hacer algo con toda esa información además de los libros, las publicaciones, y propusimos hacer un museo de la arquitectura.
Propuesta que constituyó un gran reto…
Fue un gran reto crear una institución de tal magnitud. Este museo sería como un laboratorio para la conservación del patrimonio, a pesar de que éramos museólogos nunca nos habíamos enfrentado a un trabajo de tal dimensión sin provocar amputaciones a la ciudad, sin provocar vaciamientos de estructuras existentes y, por otro lado, restaurar un edificio aplicando las técnicas y los materiales tradicionales de construcción, procedimiento del cual no se tenían antecedentes en el país.
Fue como dijo en una entrevista realizada a Silvia Teresita Angelbello: un museo que rebasó como concepto, como filosofía, sus límites físicos…
El museo sin lugar a dudas fue un ícono de los procesos de restauración y de la museología en Cuba. Cambió la visión acerca de la ciudad histórica porque ya no se miraba la restauración desde el punto de vista puntual, es decir, restaurar edificios aislados, sino con una visión urbanística del asunto. No solamente se trataba de restaurar el patrimonio, sino también de restaurar la calidad de vida de las personas que vivían en ese patrimonio. Fue una institución muy particular, porque se estudiaba y preservaba la colección mientras restaurábamos la ciudad. Llegó el momento en que el museo se deslindó de las acciones de restauración y entonces surgió el Equipo Técnico de Restauración y yo paso a formar parte de él y este momento coincide con la declaratoria de Trinidad como Patrimonio de la Humanidad. Siempre digo que la mayor ayuda que nos ha dado la Unesco es haber reconocido y registrado a esta mágica ciudad como patrimonio mundial… ese es el mejor premio, su mayor colaboración…nos disparó al mundo, nos colocó en el mismo horizonte de gigantescos sitios del patrimonio mundial.
Con la declaratoria de Trinidad como Patrimonio de la Humanidad fue apremiante crear una estructura para que la conservación transitara por senderos más seguros…
Desde el Museo de Arquitectura habíamos trabajado la documentación. En 1988 se hizo efectiva esta declaratoria y permitió que la restauración fuera por senderos más seguros, con mayor apoyo y se creara también años más tarde —dada la necesidad de enfrentar una ciudad a una restauración más global, a mayor escala, con más recursos— una estructura que permitiera capturar esos recursos económicos y financieros para poder realizar el proyecto. Esto condujo a la creación de la Oficina del Conservador de la Ciudad. Fueron años muy productivos porque se avanzó considerablemente en las labores de restauración aplicando el nuevo esquema de la Oficina.
Pertenece a una generación fundacional, protagonista de todos los momentos cumbres que ha vivido Trinidad desde el punto de vista de la conservación de su patrimonio tangible e intangible, ¿cuál es tu mayor satisfacción?
Haber sido partícipe de todos esos momentos. Haber formado parte de ese equipo de trabajo que ha logrado a lo largo de este tiempo una obra tan magna como la que tenemos hoy en día. Los que conocimos Trinidad 50 años atrás y la comparamos con la de hoy encontramos un espacio impresionante de trabajo de varias generaciones, de muchas generaciones empeñadas en eso.
Podrás imaginar la satisfacción que uno siente cuando ves que tu obra trasciende las fronteras de esta ciudad. Y eso no lo tienes en mente hasta que sucede porque nunca trabajas para eso, trabajas porque sabes que lo que estás haciendo va a resultar en beneficio de una comunidad, para mejorar la calidad de vida de las personas que viven aquí, porque la restauración para nosotros no era un acto cultural solamente, sino también humanista, había que salvar al monumento y al hombre. Y yo creo que eso se logró, y esa es mi mayor satisfacción.
Comenta que en los últimos tiempos presencia lo que llama el síndrome dePenélope, porque hay actores que tejen por una parte mientras que otros destejen. En este contexto, ¿cuál es el principal reto que tiene la Oficina del Conservador de la Ciudad a sus 20 años de fundación?
Que la ciudad no se convierta en una mercancía. Trabajar incansablemente para que sea un destino turístico sin perder su esencia como ciudad excepcional dentro del Caribe hispano y América Latina. Procurar que continúe con sus valores patrimoniales y que muchas generaciones puedan seguir disfrutando de esta ciudad mágica que es Trinidad, una ciudad de la esperanza en la búsqueda de nuestra identidad, de la reafirmación de nuestra identidad, ¡ese es el mayor reto!
Museólogo, pintor, profesor…a Víctor Echenagusía se le pueden atribuir disímiles títulos y condecoraciones, pero lo cierto es que toda su trayectoria ha estado proyectada en la localidad que lo vio nacer.
Nací y me formé aquí y he salido y he regresado. Yo entrego y recibo, es una empatía muy rica. Soy las piedras que piso, las puertas que abro, y las que cierro también, porque cierro aquellas que atentan contra la ciudad. He contribuido a su rehabilitación, a su conservación…Yo soy esta ciudad.
¿Trinidad?
…una poesía desde la historia.
¿Qué le queda a Víctor Echenagusía por hacer?
Más que hacer me gustaría ver que la ciudad no se desdibuje por el turismo. Quisiera poder trabajar incansablemente para que no se desvanezca por ese afán de convertirla en un destino turístico, que por una parte es muy bueno porque genera los recursos económicos para seguir restaurándola, pero que por otra representa un peligro para su integridad.
¿Cómo le gustaría que lo recordaran?
Como esa persona, que quizás sin proponérselo, lo dio todo por su ciudad. Hay otros que han entregado su vida, yo he entregado mis conocimientos, mis habilidades para su conservación y su restauración. Quisiera que me recordaran como esa persona que desde la soledad de su estudio ha dibujado a su ciudad, ha levantado a su ciudad… o sencillamente, como un caracol con su casa a cuestas.
Su mayor orgullo
Ser hijo de esta ciudad donde la maravilla es real.
Alguien a quien agradecer…
A mis hijos, que ya me superan, a mi familia.