Magalys Ramírez teje con hilos de tradición

Magaly Ramírez tejedora trinitaria
Foto: Aida Rosa Rodríguez

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Exponente de las más antiguas muestras de lencería trinitaria, la maestra artesana ha vivido derrumbando estereotipos sobre las mujeres tejedoras. Hoy nos adentra en una historia de lucha revolucionaria y liderazgo político donde la creatividad de Trinidad es también protagonista.

Aida Rosa Rodríguez

Con una sonrisa maternal me recibe Magalys de Jesús Ramírez Placeres, maestra artesana que, a los 73 años, ha consagrado su vida a las tradiciones textiles de la tierra que la vio nacer: Trinidad. Al entrar a su hogar, sostenía el aro con que siempre le da forma a sus creaciones. Lo apartó con delicadeza cuidando de no dañar el tapete en el que dibujaba un paisaje de su ciudad. Esta mulata picaresca es la fusión entre la aventura y la serenidad, exponente de la tradición que lleva consigo la dulzura del más delicado punto y la fuerza que ejercen la unión de los hilos: la lencería. Al preguntarle cómo se recordaba de niña respondió sin esperar ni un segundo: “con un pedacito de tela y un hilito en la mano”.

Asegura que el amor por la costura le viene de herencia materna, desde que vio a su abuela elaborar con randa todo su ajuar de boda. Junto a su madre, dio las primeras puntadas y su padre se convirtió en el más grande admirador de sus piezas. En su infancia la Casa de la Tova era un hogar de ancianos, allí recibió clases de costura por una señora de la aristocrática familia Bequer. La mesa del comedor se transformaba en el área de trazado, corte y puntadas de todas las niñas que jugaban en esa zona. Bajo la tutoría de su madrina Hilda Casal perfeccionó sus trazos y las monjas de la ciudad la proveyeron de conocimientos sobre el bordado.

Pero una responsabilidad mayor sería obsesión de la niña de 9 años que era entonces Magalys. Desde esa edad, gracias a su talento con hilos y agujas, ya se había enrolado en la lucha clandestina para derrocar la dictadura de Fulgencio Batista. En las horas que tomaba el catecismo bordó brazaletes para los miembros del movimiento 26 de julio. Recuerda como un juego aquella misión que realizó en la que debía entregarle al padre de la iglesia una cajita que contenía, como señuelo, algunos dulces, y los brazaletes escondidos debajo. “Sin embargo, esta misión no pudo ser cumplida” —recuerda con pena hoy, recostada en el sillón de su casa. Cuando estaban frente a la casa parroquial fue sorprendida por un guardia rural montado a caballo, quien luego de interrogarla le exigió que regresara. Al llegar a la esquina sintió un tiroteo. “Yo estaba muy asustada —rememora. Esa noche de diciembre de 1956 fue recordada en la historia nacional como las Pascuas Sangrientas”.

¿Qué pensaban tus padres de que te involucraras en este proceso conspirativo?

“No, ellos no lo supieron nunca. Llegué asustadísima y ellos pensaron lo peor, pero nunca conté nada… Aunque ahora sospecho que mi papá también ayudó a los revolucionarios. Él llegaba a la casa con unos paquetes que guardaba muy bien y luego se los entregaba a unos hombres que venían a buscarlo. Pero nosotros no le preguntábamos, había mucho respeto a los mayores y ellos hacían todo de forma muy discreta”.

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Magalys es la mayor de seis hermanos por lo que desde muy temprana edad tuvo que contribuir a la economía familiar. Ayudaba a sus padres y de forma paralela mantuvo buenos resultados académicos.

“Mi hermana y yo hacíamos mediecitas de crochet que vendíamos por tan solo 40 centavos. También aprendí a tejer yarey y guano. Una señora que vivía frente a mi casa me enseñó a hacer sombreros, pero los hacía a escondidas de mi mamá porque las personas mayores de esa época creían que trabajar el guano era salación. Pero luego comprendió que no lo era y que podía contribuir a la economía de la casa. A mí me encantaba porque te sonaban las uñas, yo creo que las uñas mías son duras por el guano que tejí… hice todo lo que se podía sin salir del municipio, iba a la escuela por las mañanas y en las tardes asistía a las academias de costura y bordados”.

Al llegar a la adolescencia ingresó a la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), de la cual es fundadora. Su primera responsabilidad resultó ser activista de finanzas en el bloque 20. Luego pasó a ser miembro del Comité Municipal por lo que participó en dos congresos de esta organización. Además, ha sido líder y movilizadora de mujeres. Cuando era responsable de las Madres Combatientes en Trinidad se percató de que, en barrios como La Purísima, muchas féminas tenían bajo nivel escolar y dependían económicamente de sus maridos por lo que buscó ayuda en Educación y la Facultad Obrero Campesina para instruirlas. En el ranchón que servía de comedor a la Empresa Agropecuaria Municipal recibían superación profesional hasta que obtuvieran el 12mo grado. Allí, Magalys solía enseñar recetas de cocinas, o a cocer y zurcir, por lo que se fue ganando la confianza de la gente. En el año 1998 por su contribución a este proyecto comunitario, recibió el reconocimiento de la FMC de manos de su presidenta Vilma Espín.

“Por mi trayectoria fui elegida como presidenta del consejo popular así que pude extender mi trabajo con mujeres y crear talleres para enseñarles lencería. Hicimos un grupo de 82 artesanas que llegaron a formar parte de la Asociación Cubana de Artesanos y Artistas (ACAA). Imagínate la satisfacción que me dio saber que comencé como miembro de honor de esta organización”.

Estos logros hicieron que fuera elegida como diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular en dos ocasiones, la primera de ellas en el año 1998 y la segunda en el 2003. Sin embargo, ejerciendo el cargo, sufrió un infarto. Por entonces lideraba el proceso organizativo de una competencia interprovincial entre Ciego de Ávila y Trinidad. Su médico le recomendó que llevara una vida más tranquila. Así decidió jubilarse de su carrera política y Magalys retomó su pasión por la costura. No obstante, conserva intacta su pasión por el liderazgo: “si no es por el infarto yo creo que todavía fuera diputada”, enfatiza.

Los espíritus aventureros y trabajadores como el de ella no son de quedarse en casa y por eso, en 2008, se unió a Mercedes Martínez, Luis Domínguez y un grupo de trabajadores de la Oficina del Conservador de Trinidad para crear el proyecto Entre Agujas.

“Trinidad estaba en una situación en la que había mujeres proclives a la delincuencia, había prostitución, había esposas de reclusos. El taller se creó para reorientar a estas mujeres. Se hizo en lo que es hoy la galería Tristá, sin pedirles un centavo y con la idea de perfeccionarnos. Fue algo muy lindo porque se les dio una oportunidad a esas mujeres. Se les dio un oficio”.

¿Cuál fue el papel que jugó el proyecto Entre Agujas en la creación del punto ‘la trinitaria’? ¿Cómo ocurrió esto?

“Yo aprendí a hacer ‘vainicas’ con festón en el catecismo y los demás hacían ‘el callejero’, así que enseñé a varias personas. Un día, directivos de la Oficina del Conservador nos pidieron hacer un punto típico de la ciudad que fuera diferente, que se asemejara a ella, así nació la trinitaria. Nos sentamos un grupo de mujeres a crear. Decíamos ¿qué tú crees si hacemos esto? y se nos ocurrió pensar cómo trabajar el empedrado de las calles. Nos parecía que eran como solecitos rehilando. Éramos como 10 mujeres y comenzamos a enseñárselo a todo el mundo ese día. Ya hoy es famoso y la gente lo aprende”. 

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Con sus piezas ha representado la artesanía trinitaria en diferentes espacios como el concurso de tradiciones realizado en el Museo de Arquitectura Colonial de Trinidad. Ha participado en exposiciones auspiciadas por la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) y la ACAA en Sancti Spíritus y Matanzas. En Camagüey participó en un evento internacional de artesanía; también, en el IV Evento de Artesanía Distintiva de Cienfuegos. Magalys Ramírez formó parte de la delegación trinitaria que visitó la capital cubana en los festejos por el 500 aniversario de la fundación de la villa de San Cristóbal de La Habana.

¿Qué sientes cuando ves una de tus piezas representando a Trinidad?

Una nunca está satisfecha, pero me siento complacida, útil, realizada… salí de la vida política y entré a esta vida artesanal en la que también he mantenido buenas relaciones y soy considerada… todo el mundo me respeta, me llama. Me gusta que disfruten mi trabajo y ver que las personas usen piezas confeccionadas por mí.

Participas en muchas de las actividades que realiza la Oficina del Conservador. ¿Qué importancia le atribuyes a la Oficina en la salvaguarda de la artesanía y su fomento en las nuevas generaciones?

Yo felicito a la Oficina por sus acciones claves en la salvaguarda de las tradiciones artesanales y por el interés de ayudar a tantas familias. Nadie fue capaz de imaginarse que en un barrio como las Tres Cruces o la Calle Nueva hubiera mujeres sufridas esperando que el marido les trajera los “4 quilos” para comer. Sin embargo, ellas tenían tanto talento escondido. Hoy para mí es una satisfacción que todo el que está en el taller —auspiciado por la Oficina— haya aprendido la responsabilidad de trabajar y de ayudar a otros.

Todo artista tiene un motivo que inspira su creación y suele ser elemento recurrente en su obra. ¿Cuál es el de Magaly?

¡A mí me inspira Trinidad! Yo me senté en la ventana del patio Bequer y me pregunté: ¿Y si a ese arco del Museo Romántico yo le incremento la Torre de Manaca? Fui a una postal de Manaca-Iznaga, lo llevé a una libreta cuadriculada y fui pensando la columna. Se me ocurrió hacerla con La Trinitaria, los rebordes con dobladillitos de ojo, las piedras con francés y así… Cada vez que daba una puntada me surgían ideas de cómo mejorar el tapete. También tengo un grupo de tapetes bordados con las pinturas murales del museo Romántico.

Tu ropa se caracteriza por la elegancia de algún trabajo de lencería…

“El buen vestir es como la genética: se hereda. Mi mamá a pesar de ser pobre siempre andaba muy limpia, perfumada y bien vestida. A mi familia le gusta verme arreglada y elegante. Esta ciudad ha sido siempre de personas de buen vestir. Cuando participaba en las Asambleas del Poder Popular y en otros eventos me gustaba mostrar mi oficio, ser portadora de ese legado. Le insisto siempre a las jóvenes que adornen sus piezas con los puntos que van aprendiendo.”

La labor que durante siglos han desarrollado cada una de las generaciones trinitarias, traspasando toda barrera de clases sociales y género, se vio galardonada el 15 de septiembre del 2019 al ser declarada Trinidad como Ciudad Artesanía. Este reconocimiento fue otorgado por el Consejo Mundial de Artesanías luego de un riguroso proceso evaluativo que incluyó la presentación de un expediente y una posterior evaluación in situ para evidenciar el quehacer artesanal en la Ciudad Museo del Caribe. Magalys también colaboró con sus piezas. Para ella no hubo mayor satisfacción como artesana que haber contribuido a un legado que va camino a perpetuarse en la historia local.

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¿Cómo ve Magaly el futuro de la artesanía en Trinidad? ¿Cómo te gustaría que fuera?

El futuro es bueno, muy bueno. Si lo saben aprovechar y siguen con este impulso habrá artesanía trinitaria para rato ¡y de muy buena calidad! En una entrevista en la radio pedí que se creara un curso para enseñar la lencería y luego me enteré de que la Oficina del Conservador abrió un nuevo curso en la Escuela de Oficios de Restauración Fernando Aguado y Rico. ¡Me puse muy contenta! ¡El futuro está garantizado!

¿Si pudieras ser un punto, cuál serías?

En las manualidades todos los puntos son bellos pero la vida de Trinidad se desempeñó siempre, siempre, por las vainicas. Las vainicas son las que identifican, le dan valor y terminación al trabajo. Todo lo demás es precioso, es acompañado de belleza de un arte más riguroso, pero si tú no procedes con al menos una vainica de 4 o 5 hilos sacados, no le das terminación al trabajo. Yo escojo ser una de esas vainicas que viven sobre todas las obras: un tapete, un pañuelo, un vestido o una bata.

¿Cuál es tu mayor deseo?

Mi mayor deseo es que todo el que está a mi alrededor aprenda bien la lencería, que no solo mis trabajos sino todos los trabajos de las artesanas de Trinidad brillen y luzcan, que se pueda premiar en los eventos con piezas hechas a mano… que la gente recuerde a la ciudad también por el trabajo de sus artesanos.

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