¿De dónde viene la tradicional fiesta de San Blas y La Candelaria?

Texto y Foto: Yansiel Inovis Balmaseda Rondón*
Tal y como sucedió en las primeras villas de la isla de Cuba, la Iglesia católica ha sido un eslabón decisivo para el desarrollo religioso y de poder en Trinidad.
Su presencia se muestra a través de asentamientos, pueblos y ciudades en toda la región, donde son recurrentes el uso de nombres de santos, objetos y palabras alusivas a su fe para bautizar calles, espacios, así como templos y ermitas.
Ese es el caso de Palmarejo, antiguo asentamiento en el Valle de los Ingenios. Según el testimonio de Pedro Agustín Morell de Santa Cruz y de Lora, Obispo de Cuba de 1753 a 1768, ya en tal fecha existía una ermita con ese nombre construida con techo de tejas. En sus crónicas de viaje por Cuba, Morell de Santa Cruz detallaba:
“(…) marché hacia la villa de Sanctis Spíritus: queda al Sudeste de Trinidad: En el intermedio ay un Curato conocido por el Palmarejo: su titular Sn. Blas situado en la Jurisdicción de la mencionada Villa: estube en su Iglesia que es de piedra y texas con un Altar: su Sachristía y sobre ella un Quarto para la havitación del Cura: todo mui estrecho y pobre. No hize función alguna a causa de que los Feligreses no asistieron: cada uno mora en su Hacienda, a donde pasa el Cura a administrar los Sacramentos”. (La visita eclesiástica., La Hab., C.Sociales.,1985., pp 47).
La edificación dejó de funcionar luego de que numerosos párrocos prestaran servicios en diferentes etapas. El cese de los servicios de la ermita y la falta de atención y mantenimiento la hizo caer en el abandono y finalmente se destruyó. La devoción hacia San Blas se restableció años después.
Una historia, llevada de generación en generación hasta nuestros días, cuenta acerca de un grupo de cañeros que por el paso entre Palmarejo y el actual asentamiento de Mainicú, encontraron, intactas, dos esculturas correspondientes a San Blas de Palmarejo y a Nuestra Señora de La Candelaria. Cuentan que estaban construidas en su parte oculta de madera y la restante de un relleno comparado con el yeso y vestidas con ropa de seda.
Las estatuas fueron entregadas a la familia Arboláez, al saber en el pueblo de la fe católica que profesaba ese linaje, asentado desde antaño en el poblado de Caracusey. Por más de dos años estuvieron bajo su cuidado y devoción.
Posteriormente las imágenes pasaron a formar parte de la estirpe Rodríguez Matiol, especialmente bajo la devoción de las tías Caridad, Dolores y La Candelaria las cuales ya fallecieron, según testimonio de Manuela Rodríguez Matiol. Esta señora, familia de las tres hermanas, vive hoy en la calle Iglesia del poblado de Caracusey, donde se encuentran las dos esculturas.
Según palabras de Aleida Suárez y Manuela Rodríguez Matiol, testigos de la presencia de las efigies en el poblado de Caracusey, en una ocasión la habitación donde se guardaban las imágenes se incendió. Estas se deterioraron tanto que tuvieron que trasladarlas a La Habana para su restauración. A su regreso, fueron recibidas con una misa donde asistieron los feligreses del poblado.
De la antigüedad de la devoción hacia San Blas y La Candelaria dan fe tres campanas que se conservan en el lugar conocido como el otrora cementerio de Caracusey, donde se sabe hubo también una pequeña ermita en la cual como dictaba la tradición funeraria desde el Medioevo iban a parar los restos de los feligreses. Por tanto, no fueron extraños los hallazgos de osamentas de cadáveres desenterrados y de una lápida que pertenecía a don Calixto Morrel y Sarmiento. Esta última desapareció recientemente del patio de una de las familias vecinas que viven donde existía el camposanto.
Las primeras dos campanas llevan inscripciones de la época, la mayor: “A nuestra Señora de la Candelaria. 1866”; la segunda, aunque no debe la inscripción a ninguna imagen, se dice que se hacía tocar en el día de San Blas de Palmarejo, y la tercera campana se tocaba para el llamado de alguna dotación de esclavos.
Debido a la desaparición física de todos los testigos de la época se desconoce el origen de estas tres campanas y el momento en que fueron colocadas en ese lugar. Mas, el testimonio de Israel Barceló Ramírez, quien aún vive, vecino del lugar donde se hallan, cuenta que estas pertenecieron a una primitiva ermita que existió donde hoy están colocadas.
Con la especial devoción a las figuras de los santos y todos los rituales alrededor de ellas, en Caracusey siguen celebrando el tradicional día de San Blas el 3 de febrero, en alusión a esta imagen que hoy luce esbelta gracias a que en el año 2006, bajo la supervisión del entonces obispo de la Diócesis de Cienfuegos, monseñor Emilio Aranguren, se le realizó una reparación total a ambas. Una de las partes más deterioradas de San Blas era su dedo, que dejó de sujetar el báculo hasta su restauración, develado el 25 de enero de ese año, vísperas de la novena.
El 3 de febrero de 2007 se retomó la tradicional procesión, a cargo del padre de entonces, Víctor Gutiérrez Zapata, perteneciente a la iglesia de Paula de Trinidad.
La fiesta comienza dos días antes a la del día oficial y se suma a las de La Candelaria, el día 2 de febrero. Justo a las doce de la noche del segundo día son tocadas las tres campanas en señal de buena suerte y prosperidad, superstición y tradición que reúne a casi toda la multitud que trasnocha bajo estas festividades, esperando el advenimiento de un nuevo amanecer. A la par se realizan peleas de gallos y tocan agrupaciones musicales del patio junto a un variado y extenso servicio gastronómico.
*Lic. en Comunicación Social. Especialista en superación e Investigación de la Dirección de Cultura y Arte de Trinidad.
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